jueves, 10 de enero de 2013

Selección natural y hábitos alimenticios. Parte II. Hábitos alimenticios.

Siguiendo con lo expuesto en la publicación anterior, podrá entenderse que las conductas y hábitos de las diferentes especies no dependen de un proceso volitivo. Aquello que hacen o dejan de hacer, de la manera que se comportan, la interacción entre los individuos y la interacción con el medio ambiente no se define por lo que son capaces de hacer, sino por lo que no son capaces. Este determinismo no es más ni menos que la evolución misma.
Yendo al tema que nos convoca, este proceso se aplica en todos los campos del comportamiento de una especie, incluyendo, por supuesto, los hábitos alimenticios.
Dicho de otra manera, una vaca no elige qué comer. Esa "elección" ya fue echada al azar por los mismos procesos de selección natural que hicieron que una vaca sea una vaca y coma pasto y un león sea un león y coma carne.
De hecho, poco sentido tiene hablar de elecciones en términos evolutivos.
Analizando el caso del Homo Sapiens se puede apreciar fácilmente que es la única especie sobre la Tierra que sí es capaz de elegir su comida. Entrando en un terreno casi filosófico, podría afirmarse que un perro, si es capaz de distinguir una ración de carne envenenada de otra libre de veneno, no es capaz de elegir la primera. Simplemente no hay elección que pueda tomar que avallase su instinto.
Esta capacidad única del Homo Sapiens que lo diferencia de otras especies es un arma de doble filo.
Hay mucha literatura pseudocientífica que explica por qué es bueno incorporar a la dieta más granos, o por qué la carne roja es perjudicial para la salud, o por qué el colesterol del huevo va a matarte, o que lo mejor que podés hacer es tomar mucha agua y comer muchas frutas.
Lo cierto es que no hay ciencia, y digo ninguna ciencia que pueda explicar ni la dieta del hombre, ni el comportamiento del hombre, ni su psicología, su fisiología o incluso su origen, a espaldas de Darwin.
La capacidad de elección del hombre sobre ciertos asuntos naturales a veces resulta engañosa, creando una falsa seguridad de poder, otorgándole un control que no tiene.
¿Y por qué no tiene el control?
Porque hasta el día de hoy, el genoma humano sigue siendo el mismo que hace 10, 30 ó 70 mil años -aunque a Hollywood le guste mostrar al hombre antiguo rodeado de dinosaurios, o como un homínido tosco, torpe y más parecido a un mono que a una persona- y la bioingeniería está apenas en pañales y no es capaz de modificar genes masivamente.
Entonces cabe analizar los hábitos alimenticios del hombre antiguo, ver cuales son los actuales, comparar, y analizar qué cambió desde entonces hasta nuestros días a nivel evolutivo:
A. Los hábitos alimenticios del hombre antiguo, abarcando un periodo de duración aproximado de 1990000 (un millón novecientos noventa mil años) consistieron en la caza y la recolección. Luego, hace unos 10 mil años, por procesos que analizaremos en otras publicaciones, el hombre se estableció en comunidades, se volvió sedentario y empezó a cultivar la tierra cambiando completamente sus hábitos, abandonando el estilo de vida cazador-recolector y adoptando la agricultura como sustento de vida.
No me quiero enroscar con los números; lo que trato de decir es que durante el 99,5% del tiempo que el hombre ha vivido en la Tierra sus hábitos han sido de cazador-recolector y que la agricultura es una invención novísima.
B. Los hábitos de vida del hombre moderno son completamente diferentes al estilo de vida cazador-recolector. Llevamos 0,5% del tiempo en esta Tierra basando nuestra alimentación en la agricultura. Y cada día se alienta más y más a consumir más granos (Temas económicos y políticos serán charlados en publicaciones subsiguientes).
C. El código genético del hombre antiguo cazador-recolector y del hombre moderno agricultor son el mismo.


¿Cómo puede darse un cambio tan abrupto, tan significativo en un lapso de tiempo tan corto (0,5% del total)? ¿Cómo puede una especie cambiar sus hábitos alimenticios poseyendo el mismo código genético? ¿Cómo el mismo manual de instrucciones puede servir tanto para aprender a usar un horno microondas o encender un reactor nuclear?
Si A y B, entonces no C. O explicado de otra manera: especies diferentes tienen códigos genéticos diferentes y hábitos alimenticios diferentes.
¡Pero resulta que estamos hablando del mismísimo Homo Sapiens, comparándolo con él mismo!
La respuesta es que nuestra infinita capacidad de decisión sobre los elementos nos tiene un tanto cegados y no somos capaces (o lo que es peor, ¡hasta somos capaces de encontrar razones científicas para lo que no las hay!) de ver que nuestra dieta, aquella que no podemos elegir y que está marcada a fuego en nuestro ADN, es la única que hay que darle a nuestro cuerpo para mantenernos sanos y alejados de las perversas medicinas: la dieta del hombre antiguo, la dieta previa a la agricultura... o como gustan llamarla ahora, La Dieta Paleo.

2 comentarios:

  1. Buenas noches desde España. Enhorabuena por el blog, es un relato fantástico perfectamente novelado y argumentado de los cimientos del paleo. Me encantará seguir leyéndote. Ánimo, espero con impaciencia el próximo post. Un saludo.

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  2. David,

    muchas gracias y bienvenido!
    Gracias por lo de "perfectamente novelado". Realmente era un poco esa la intención.
    Mi intención no es que sea un blog con rigor científico -y no porque detrás de todo esto no lo haya- sino porque ya hay varios estrictos al respecto. Intento sacarle la "dureza" de las estádisticas, de las pruebas y de las meras publicaciones al estilo "paper". Por eso es que tampoco cito fuentes, aunque no descarto que eventualmente lo haga con ciertos temas más específicos.

    Saludos!

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